¡¡ Cómetelo por favor, cariñito, así crecerás más !!
Repasando imágenes tomadas durante viajes anteriores encuentro esta fotografía de un soberbio cuadro que se exponía, este pasado verano, en un bello edificio antiguo en Toledo, ciudad que fue nombrada Capital Gastronómica y Cultural durante todo el año 2016.
Podemos observar en la cara de esta niña un cúmulo de sensaciones que podrían ir desde la perplejidad y asombro por tener que cumplir una orden que entra en franca discordancia con el fisiológico sistema de regulación que nuestro organismo ha desarrollado durante milenios (hemos acordado en denominarlo "hambre"), hasta el malestar físico previo, en muchas ocasiones, a la naúsea.
Ayer mismo, en el prestigioso medio "El País", Julio Basulto y un servidor fuimos entrevistados por una excelente periodista (Beatriz Portinari) para ofrecer nuestras opiniones sobre la obesidad familiar y varios temas que entrelazaban investigación puntera, maduración neurológica infantil, hábitos conductuales alimentarios y estado nutricional de los padres, además de la interactuación de los genes de estos con el medio ambiente en el que deben de desarrollarse (epigenética). Dicho de otro modo: la carga genética que transmite el padre puede variar a la que lleva "de serie" desde el nacimiento, de tal manera que sus espermatozoides contengan genes con diferente expresividad a la original, expresividad que redundaría en peor calidad de información, información que recibiría el nuevo ser concebido, como un regalo "defectuoso" con capacidad alterada de programar adecuadamente funciones metabólicas importantes a distintos niveles del organismo.
Este post es corto porque hay un gran trabajo de Julio Basulto, realizado en 2015: http://comeronocomer.es/la-carta/no-quiero-que-obliguen-comer-mi-hijo-en-la-escuela-que-puedo-hacer en el que se comentan (con 48 citas bibliográficas nada más y nada menos) todos los aspectos relacionados con el tema: sociológicos, médicos, jurídicos, psicológicos, etc). Además, tenemos un libro que representa la piedra basal sobre la que se sustenta toda la información que se ha vertido sobre la cuestión: "Mi niño no me come", del compañero pediatra Carlos González, libro que es un auténtico best-seller desde hace casi 20 años y que ha sido traducido a múltiples lenguas.
Sirva, pues, la imagen del cuadro de hoy, para revisar toda esta información y recordar algo que no debería de ser olvidado nunca: no hay que obligar nunca a comer a un niño; si está enfermo se pondrá más enfermo y/o vomitará; si no lo está, comerá cuando tenga más hambre. Parece sencillo, pero miles de familias no lo ven tan claro.
Por cierto, es frecuente (y no hablo en teoría, porque lo he visto en muchas casas de conocidos y familiares) que una de las consecuencias de presionar, aunque sea haciendo el avioncito, el coche o el barco, con la cuchara, a los niños pequeños para que coman, dejando que rían, corran o jueguen mientras el familiar o cuidador principal les persigue cuchara en ristre, es que el alimento, o parte de él, se vaya a la vía respiratoria lo que puede acarrear problemas respiratorios a corto, medio y largo plazo, e incluso consecuencias trágicas con resultado de muerte por asfixia, como se refleja en este estudio: "Recomendaciones sobre la prevención de aspiraciones de cuerpos extraños" publicado en la revista Anales de Pediatría este mismo mes.
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